CerdoCast #196 - Reglas de oro en formulación: Optimizando el uso de energía (Parte 2) - Dr. Hernán Alejandro Córdova

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Más que un ingrediente: Una variable con impacto en toda la granja

La inclusión de grasa en las dietas porcinas suele definirse por su precio o disponibilidad. Sin embargo, esta decisión técnica tiene un impacto mucho más profundo. En sistemas intensivos, modificar el nivel de grasa afecta directamente la conversión alimenticia, la eficiencia logística, el comportamiento del animal y el rendimiento en planta.

Productores, asesores y formuladores deben mirar más allá del costo por tonelada. Comprender el rol de la grasa en el sistema permite anticiparse a escenarios críticos y optimizar resultados de forma integral.

Un punto porcentual puede costar más de lo que parece

Una de las reglas más útiles en formulación indica que por cada 1% de grasa retirada, la conversión alimenticia puede empeorar entre 4 y 5 puntos. Esto significa que una reducción del 5% al 3% en inclusión energética podría representar un deterioro de hasta 10 puntos en eficiencia.

En contextos de estrés calórico, restricciones logísticas o baja calidad de pellet, este cambio puede amplificar aún más sus consecuencias. De hecho, muchos problemas atribuidos al alimento o al procesamiento pueden tener su origen en una formulación energética inadecuada.

 

¿Qué grasa se puede usar y hasta dónde?

El tipo de grasa empleada define el techo de inclusión seguro. Las fuentes con bajo índice de yodo (como el sebo o el aceite de palma) permiten niveles del 4 al 5% sin comprometer la calidad del tocino. En cambio, los aceites vegetales con alto índice de yodo elevan el riesgo de panzas flácidas y bajo rendimiento en faena.

La infraestructura de la planta de alimentos condiciona la forma en que se puede aplicar la grasa. Cuando no se cuenta con sistemas post-pellet, aumentarla en la mezcladora puede perjudicar la estructura del alimento, generando harina, selección y desperdicio en los comederos. Esto no solo afecta el consumo, sino también la conversión real a campo.

 

Estrategia productiva y logística

La grasa también puede ser una herramienta de manejo logístico. En momentos donde escasean los choferes, el espacio de almacenamiento es limitado o se trabaja a tiempo fijo de salida, su inclusión permite reducir el volumen de alimento a entregar y acelerar la ganancia diaria de peso. Esto resulta clave para mantener el flujo de animales y evitar sobrecargas de corral, restricciones de faena o eventos de ayuno que deterioran la salud intestinal.

En estos casos, incluso si el precio de la dieta aumenta, el costo por kilo producido puede disminuir, si se reduce el alimento necesario por cabeza.

 

Hacer cuentas: Cuándo conviene subir la grasa

Una herramienta útil para decidir es comparar el precio relativo entre grasa y maíz. Cuando la relación está por debajo de 3.5, suele ser rentable incrementar la inclusión. Sin embargo, esta evaluación debe considerar el ahorro en kilogramos de alimento por animal, no solo el valor de la tonelada.

Es recomendable realizar múltiples formulaciones para cada escenario, evaluando la interacción entre tipo de grasa, costos, consumo, desempeño y estructura de planta. Una decisión de este tipo puede afectar toda la cadena: desde la fábrica hasta la faena.

 

Claves para implementar con éxito

  • Evitar cambios bruscos: si se parte de una inclusión del 2%, es preferible avanzar gradualmente al 3 o 4%.

  • Revisar el tipo de grasa disponible y su índice de yodo antes de definir el nivel.

  • Asegurar que la planta esté preparada para niveles más altos, especialmente en términos de aplicación post-pellet.

  • Observar el comportamiento a campo: más harina o selección en el plato puede estar indicando un problema de presentación.

La grasa no es un ingrediente menor. Es una herramienta de alto impacto que, bien utilizada, permite optimizar desempeño, eficiencia económica y logística operativa.

 

 

Conoce al invitado

Hernán Alejandro Córdova es Ingeniero Agropecuario por la Universidad de las Fuerzas Armadas – ESPE y Especialista en Nutrición Animal por la Universidad Central del Ecuador. Posteriormente, realizó un Master of Science en Poultry Science y un Graduate Certificate in Feed Science en North Carolina State University, donde también obtuvo su Ph.D. en Animal Science, Poultry Science y Nutrition.

Desde 2020, se desempeña como nutricionista senior en Smithfield Foods (EE. UU.), liderando la formulación de dietas y estrategias nutricionales en sistemas intensivos de producción porcina.

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